Un Estado en clave feminista: Alianzas y sororidad para alcanzarlo | On Feminist States, Allyship and Fraternity

October 19, 2022

BY Shi Alarcón-Zamora

Photo by Etienne Girardet on Unsplash

The following is a speech made at the Assembly of Delegates of the Inter-American Commission on Women in Panama in May 2022. 

The Spanish version is reproduced in full while the English translation is an edited excerpt.

Primero que todo antes de iniciar quisiera agradecer a la CIM, especialmente a Alejandra Mora, por la invitación, es necesario que estos espacios promuevan el diálogo entre la sociedad civil y los países. 

Comprenderán que para mi, no solo es una oportunidad de participación sino que tengo la responsabilidad de señalar las preocupaciones que tenemos como sociedad civil, como parte de un movimiento feminista plural que seguimos y seguiremos trabajando por el mejoramiento de los indicadores sociales, ambientales, laborales y de acceso a los derechos humanos para todas las personas. 

La construcción de un estado en clave feminista debe partir del reconocimiento de las coyunturas de cada país y el impacto de estos contextos en la ruta para la progresividad de los derechos humanos en la Región. Permítanme señalar, una vez más que tenemos países en la región con series dificultades para darle sentido a la democracia, y poder representar e incluir a todas las personas, en ese sentido quiero dejar claro y de forma explícita mi preocupación por las presas políticas en Nicaragua.

Cuando pienso en la posibilidad de que vengan nuevas generaciones a los espacios de diálogo, de incidencia, de construcción de un Estado Feminista, quisiera que se deje claro, que no venimos desde un lugar de relevo generacional, sino de inclusión, la primera ha supuesto que tenemos que seguir haciendo las mismas cosas que otras personas que nos antecedieron y esto limita nuestra posibilidad para encontrarnos en nuestra diversidad, donde podamos poner en común nuestras coincidencias y nuestras diferencias entre todas.

Coincidimos y espero que ustedes también, en la preocupación por el avance de discursos que hacen alusión a la supuesta imposición de una ideología, una ideología que en modo de concubinato escandaloso se ha juntado con un sistema económico que privilegia el crecimiento, pero no la redistribución, deja por fuera nuestras prioridades para garantizar los derechos sexuales y los derechos reproductivos.

Donde quieren poner en duda la autonomía de los cuerpos de las mujeres e incentivan que diferentes sectores hagan llamados para revisar medidas que han buscado asegurar los derechos humanos y la vida de las mujeres. 

El aborto va a ser una realidad en toda América Latina y el Caribe, pero no podemos seguir permitiendo abrir espacios para que otros, si en masculino decidan las condiciones, o el momento, para garantizarlo en condiciones seguras y de accesibilidad para todas las mujeres. No debemos seguir realizando compromisos políticos a cambio de votos que ponga en duda la ruta para garantizar la salud y vida de las mujeres, como nos esta pasando en Costa Rica actualmente, donde el actual presidente a solicitud de la Conferencia Episcopal ha decidido revisar la norma técnica para el aborto terapéutico. 

El derecho a decidir, este no debería verse como un tema nuevo, es una realidad, y la clandestinidad es algo que tenemos erradicar por lo que creería que en un Estado Feminista, deben superarse los estigmas y que los países en la región se dirijan a garantizarlo para todas las personas, sin distinción y con condiciones seguras.

Creo que las estrategias para favorecer el diálogo son muy diversas, sin embargo, la madurez política debe permitir que los movimientos sociales se manifiesten, pongan de relieve las diferencias y realicen el monitoreo político y social. 

Todos los esfuerzos por garantizar los derechos humanos de todas las personas son importantes y los descalificativos que en ocasiones se utilizan sobre las acciones directas de los movimientos feministas menoscaban la relación que puede existir con los Estados. 

Generar espacios de encuentro son primordiales, pero no solamente en espacios cómo este, no porque este mal, sino porque cuantas personas nos podrían sentir incluides en las dinámicas que nos encontramos ahí, sentimos que este es un espacio en el que las personas jóvenes nos sentiríamos incluides, definitivamente, no todas, evidentemente hasta desentono y eso esta bien, pero debemos pensar como hacer para que estemos en todos los espacios.

No podemos tener una mirada limitada, en ese sentido debemos ampliar la clave feminista para las acciones y políticas vinculados a los megaproyectos y la militarización en las comunidades, los efectos se sienten y resienten en los cuerpos de las mujeres, las niñas y las jóvenes, en toda su diversidad: indígenas, trans, no binaries, adultas mayores, niñas, adolescentes, juventudes, trabajadoras sexuales, afrodescendientes, de la diáspora y del Caribe, mujeres viviendo con VIH, exiliadas, presas y migrantes, lesbianas, bisexuales, pansexuales, asexuales y queer, trabajadoras informales, domésticas, de la economía informal, mujeres rurales, mujeres con discapacidad y las estudiantes. 

En esta línea debemos reconocer que los derechos humanos no son finitos, no es que si le damos derechos a mis compañeras trans, no binarias, género fluido, queer, las mujeres cis serán borradas, al contrario, seremos cada vez más luchando por la igualdad y la justicia.

Las mujeres jóvenes estamos extendiendo esta sororidad a estas mujeres que en ocasiones los sectores conservadores y antiderechos buscan patologizar, excluir o invisibilizar con narrativas que están pesando sobre sus cuerpos, deslegitimando las vivencias de las mujeres trans, que sí, son mujeres también.

La sororidad en el estado pasa porque las mujeres que están en estos espacios, es decir ustedes se comprometan con las mujeres en su diversidad, y no cedan a las presiones por asegurar el voto, es necesario que lleguemos a los puntos en común que favorezcan la igualdad y la justicia para las mujeres. 

No podemos permitir retrocesos, pero saben algo, no queremos seguir aguantando, queremos avanzar, y vamos a hacerlo, desde los movimientos sociales lo hemos venido trabajando, a veces más rápido y en otras ocasiones más lentas, yo creo que no estamos pidiendo como movimiento que pierdan sus creencias personales, lo que estamos exigiendo es que las creencias personales de cada persona no sean la base para crear política pública o para llegar a acuerdos internacionales.

Ahí esta la sororidad, en decir, yo no creo en esto personalmente, pero trabajo para que la persona que lo necesite no encuentre obstáculos para garantizar sus derechos, su vida y su salud. El compromiso debe ser dirigido para que las políticas públicas y los acuerdos internacionales cuenten con perspectiva de género, interseccionales para que responda a los avances que tenemos actualmente, no podemos ir más atrás de lo que ya acordamos. 

Se ha cambiado el discurso religioso y del pecado por el de la vida y la familia, pero nosotras en las comunidades vemos cada vez más familias y mujeres víctimas de estos fundamentalismos que se le han violentado sus derechos, donde la persecución y la criminalización es pan de todos los días, cuando hablamos de garantizar de forma plena los derechos humanos.

La inclusión de las personas, o la generación de alianzas y de sororidad entre la sociedad civil y el estado no será una realidad si las agendas de trabajo se siguen basando en las negociaciones que se hacen con las iglesias y con las clases privilegiadas que no quieren ni la autonomía de los cuerpos ni la redistribución de los recursos.

La agenda de trabajo debe ser construida con nosotras, el estado debe asumir la responsabilidad, así como el pago de la reparación por el extractivismo y el saqueo de los territorios, por las violaciones a nuestros derechos, debe comprometerse con nosotras para que podamos acceder a los medicamentos, a una mejor calidad de vida y a que podamos decidir libremente si podemos abortar o maternar. 

Quiero recalcar para finalizar, que las personas jóvenes tenemos valores, ya esa frase coloquial “de los jóvenes de ahora no son cómo los de antes” dejo de ser un estigma, es una realidad y por dicha, porque estamos haciendo un cambio, porque estamos luchando para que las mujeres tengan mejores condiciones laborales, para que nuestros trabajos de cuido sean reconocidos, no solo en aporte económico sino también para la sostenibilidad de la vida, de los recursos naturales y del mundo. 

La moral no puede ser quien se apropie de las decisiones que tomemos, no pido acá que todas tengamos los mismos valores, pero si que permitamos que todas las personas puedan tomar decisiones informadas, que aseguremos que el lenguaje que hemos venido construyendo se mantenga y sobre todo que seamos visionarias, los derechos humanos deben ser garantizados de lo contrario no tendremos ni pacto ni puente y en ese sentido todas perdemos. 

Esto no es ni la guerra de los sexos, ni una competencia entre nosotras, si ustedes no creen en el aborto, no aborten, sino creen que las parejas del mismo género no se pueden casar, no se casen, sino creen en el reconocimiento de la identidad de género de las personas independientemente de su edad, no cambien de identidad de género, pero trabajemos para que las personas que si lo necesitan, lo hagan de forma segura, sin estigma y discriminación.

Translated to English by Bruna David

Abortion is going to be a reality throughout Latin America and the Caribbean, but we cannot continue to allow spaces for others to decide the conditions or the opportune moment to guarantee safe and accessible conditions for women. 

We must not continue making political commitments in exchange for votes that cast doubt on guarantees of the health and life of women. This is currently happening to us in Costa Rica, where the current president, at the request of the Episcopal Conference, has decided to review the norms for therapeutic abortion.

The right to decide should not be seen as a new issue. It is a reality, and its secrecy is something that we have to eradicate. So I believe that in a Feminist State, stigmas must be overcome and that countries guarantee the freedom to choose for all, without distinction and within safe conditions.

I believe that the strategies to promote dialogue are very diverse. However, political maturity must allow social movements to manifest themselves, highlight differences and carry out political and social monitoring. 

Generating meeting spaces is essential. We feel that this is a space in which young people should feel included. We must think about how we can manage equitable spaces for all. 

We also cannot limit our vision. We must broaden our feminist scope to actions and policies linked to megaprojects and the militarization in communities. The effects are felt and suffered in the bodies of women, girls and young women in your diversity: indigenous, trans, non-binary, elders, girls, adolescents, youth, sex workers, Afro-descendants, diaspora and Caribbean women, women living with HIV, exiles, prisoners and migrants, lesbians, bisexuals, pansexuals, asexuals and queers, informal workers, domestic workers, from the informal economy, rural women, women with disabilities and students.

We must recognize that human rights are not finite. If we give rights to trans, non-binary, gender fluid, queer colleagues, then cis women will not be erased. On the contrary, we will be stronger in fighting for equality and justice.

We, young women, extend this solidarity to women, who sometimes the conservative and anti-rights sectors seek to pathologize, exclude or make invisible with narratives that weigh on their bodies and delegitimize the experiences of trans women, who yes, are women too.

Sorority and solidarity within the State happen when women who are in these spaces commit to women in their diversity and do not give in to pressure to secure the vote. It is necessary that we reach common points that favour equality and justice for women. I believe that we are not asking as a movement that people lose their personal beliefs, what we are demanding is that the personal beliefs of each person are not the basis for creating public policy or for reaching international agreements.

That’s where alliance and sorority lie. In other words, to say: I don’t personally believe in this, but I work so that the person who needs it does not encounter obstacles to guarantee their rights, their life and their health. This commitment must be directed so that public policies and international agreements have a gender perspective and are intersectional so that they build on the gains that we have currently made. We cannot regress on what we have already advanced on. 

The inclusion of all people or the generation of alliances and solidarity between civil society and the State will not be a reality if work agendas continue to be based on negotiations with clergy or with privileged classes who reject bodily autonomy and the redistribution of resources.

The work agenda must be built with us. The State must assume responsibility for violations of our rights. The State must commit to us so that we can access medicines for a better quality of life and  freely decide on our bodily autonomy.                    

I want to emphasize that the colloquial phrase “young people of today are not like those before” is no longer a taint. It is a happy reality because we are making a change, because we are fighting for women to have better working conditions, so that our care work is recognized, because we are fighting for economic contribution and for the sustainability of life, natural resources and the world.

This is not a war of the sexes or a competition. Morality cannot be the influencing factor in the decisions we make. I do not ask that we all have the same values, but that we allow everyone to make informed decisions. If you don’t believe in abortion, don’t have an abortion. If you believe that same-sex couples can’t get married, don’t get married. If you do not believe in the recognition of diverse gender identities of people, do not change your gender identity. But let the work continue so that people who do need these, can live safely, without stigma and discrimination. If human rights cannot be guaranteed, if it cannot be a part of a connecting bridge or a pact, we all lose.