BY Sara Martinez Cabello
Despertar. Todo sigue igual menos la fecha en el calendario.
Nada avanza y a la vez, todo lo hace. Hay un genocidio que no estamos pudiendo detener. Avanza, y nadie hace nada. ¿Pero hacemos lo que podemos? Boicots, sumarnos, compartir, amplificar, donar, todoloqueestáennuestrasmanos. Pero nada se mueve en la avanzada.
Despertar. Todo sigue igual, menos los días que faltan para tener a la primera mujer presidenta del país. Nada avanza, y a la vez, todo lo hace. La militarización sí va avanzando. La criminalización de las conductas también. Las feministas transodiantes sí avanzan. Y, sin embargo, me siento estática. Nada sirve, nada ayuda. ¿Cómo transformamos nuestras realidades? ¿Cómo dejamos los discursos vacíos?
Mi discurso se mantiene igual: el placer en el centro. Pero ¿funciona ese discurso ahora? ¿El placer de quién? ¿El mío? ¿El de lxs demás? ¿Quiénes son lxs demás? ¿Quién puede darse el lujo de privilegiar el placer? ¿Y la supervivencia? ¿Se puede tener placer en un estado constante de resistencia? ¿Es placentero aguantar? ¿Lo sería más rendirse? ¿Quién tiene el privilegio de soltar y rendirse?
Me hago esas preguntas mientras me tomo mi última taza de té del día, que tomo sin disfrutar.
El placer como acto de rebeldía política nunca se había sentido tan distante. Cómo gozar en un mundo que no para y donde la supervivencia se hace cada vez más importante.
Resistiendo y simplemente sobreviviendo no es como quisiera que nadie viva, sino existiendo sin preocupaciones.
Y entonces, ¿cómo encontramos el placer en la resistencia? ¿Es posible?
Debe serlo. No sé cómo, pero es la única forma. No gozar nos impide pensar, nos aleja del vivir para relegarnos al subsistir. Nos impide la creatividad para organizar, para verdaderamente resistir. Gozar, transformar y resistir son actos políticos.
Despertar. Todo sigue igual, pero tengo una respuesta a mis millones de preguntas.
El placer es lo único que nos permite seguir resistiendo.
Pleasure for Resistance
Awakening. Everything remains the same except the date on the calendar.
Nothing advances and at the same time, everything does. There is a genocide that we are unable to stop. It moves forward, and no one does anything. But we do what we can: boycotts, sharing, amplifying, donating. Everything that is in our hands. But nothing moves while things move forward.
Awakening. Everything remains the same except the days left to have the country’s first female president. Nothing advances and at the same time, everything does. Militarization is advancing. The state advances its pursuit of justice through criminalization, while diminishing our autonomy. Transphobic feminist discourses advance. And yet I feel static. Nothing works, nothing helps. How do we transform our realities? How do we abandon empty discourses?
My discourse remains the same: pleasure at the center. But does that work now? Whose pleasure? Mine? Other people’s? Who are those people? Who can afford the privilege of pleasure? What about survival? Is it possible to have pleasure in a constant state of resistance? Is it pleasant to endure? Would it be better to give up? Who has the privilege to let go and surrender?
I ask myself these questions while I drink my last cup of tea of the day, which I drink without enjoying.
Pleasure as an act of political rebellion has never felt so distant. How do we enjoy anything in a world that doesn’t stop and where survival becomes more and more urgent?
I wouldn’t like any of us just living through resistance, merely surviving. I wish we could exist free of worries.
And so, how do we find pleasure in resistance? Is it possible?
It must be. I don’t know how, but it’s the only way.
Being deprived of pleasure prevents us from thinking, it distances us from living and relegates us to subsistence. It prevents us from having the creativity to organize, to truly resist. Enjoying, transforming and resisting are political acts.
Awakening. Everything remains the same, but I have an answer to my million questions.
Pleasure is the only thing that allows us to continue resisting.