BY Daniela Bicalho Godoy
Muchas cosas se dicen del aborto: que si la vida, que si las mujeres, que si los derechos. La realidad es que pocas veces lo vemos como lo que verdaderamente es: un procedimiento médico. El aborto es una experiencia que garantiza efectivamente la salud de las mujeres.
Y por salud no hablo estrictamente de salud física, hablo de salud en términos amplios: la salud que viene de conocerte a ti misma y a tu cuerpo (tus procesos, tus capacidades, tus límites, tus planes de vida, tus deseos), la salud que emana de tener la confianza y que te tengan la confianza para tomar decisiones, la salud que se siente cuando vas al médico a que te asesoren, sin imposiciones ni regaños, la salud de poder compartir con las personas que desees tus experiencias, la salud que se experimenta al acceder a servicios de salud en donde vas a tener seguridad y vas a ser bien tratada. En fin, la salud de saberte una persona autónoma, capaz y libre.
¿Acaso no es eso lo que todas las personas queremos? ¿Que nuestros cuerpos -como territorios potencialmente saludables que están en contacto permanente con el mundo y con otras personas- importen?
Considerar al aborto algo más allá que un procedimiento médico es enterrarnos -a nosotras, las mujeres- en un mar de telarañas, miedos, prejuicios y abismos. El aborto es algo que proporciona salud, siempre que sea llevado a cabo en condiciones de seguridad y dignidad.
Ello impone que tenemos un deber de memoria y perspectiva, teniendo en mente que los estándares internacionales actuales de derechos humanos, en específico de derechos sexuales y derechos reproductivos, son el resultado de una lucha colectiva de varias generaciones; además, impone no dar por hecho que esta visión de la salud es una realidad cotidiana para todas. Tener claro que es un privilegio de algunas y un derecho de todas.
Es ahí donde, desde mi experiencia trabajando en uno, los fondos de abortos han contribuido enormemente. Su objetivo principal es movilizar recursos para que ninguna mujer tenga que pasar la experiencia de aborto de forma insegura e insalubre por falta de recursos y/o redes de apoyo.
Por ejemplo, el Fondo de Aborto para la Justicia Social MARIA, es un fondo de aborto que ha trabajado desde hace 6 años y ha apoyado a 4,080 mujeres a tener acceso a abortos seguros en México. Se proporciona apoyo económico para el transporte, hospedaje, medicamentos, comida, y si es el caso, el pago parcial o total con el procedimiento médico, así como acompañamiento durante y después del procedimiento; siempre desde las necesidades de cada mujer.
Reducir la brecha entre privilegios y derechos es una tarea compleja, pero no imposible. Al dar apoyo para acceder a servicios de salud, se disminuye la inequidad real y cotidiana de oportunidades de las mujeres para controlar su destino reproductivo, es decir, para controlar su salud; haciendo de las opciones reproductivas experiencias seguras, dignas, accesibles y saludables.
Los fondos de aborto nos recuerdan todos los días que las mujeres (también) estamos vivas y que nuestra vida -a través de nuestra salud- importa y debe ser respetada.